http://dx.doi.org/10.24016/2019.v5n3.171

ARTÍCULOS ORIGINALES

 

 

Valoración emocional en personas expuestas a situaciones violentas: un análisis exploratorio

 

Emotional assessment in people exposed to violent situations: an exploratory analysis

 

 

Iván Ricardo Perdomo Vargas 1 *

 

1 Corporación Universitaria Minuto de Dios - UNIMINUTO, Colombia.

 

* Correspondencia: iperdomovar@uniminuto.edu.co

 

Recibido: 18 de enero de 2019
Revisado:
07 de marzo de 2019
Aceptado:
20 de agosto de 2019
Publicado Online: 01 de septiembre de 2019

 

CITARLO COMO:

Perdomo, I. (2019). Valoración emocional en personas expuestas a situaciones violentas: un análisis exploratorio. Interacciones, 5(3), e171. http://dx.doi.org/10.24016/2019.v5n3.171


RESUMEN

Introducción: Los efectos no-patológicos en el ser humano relacionados con la naturalización de la violencia suscitan un marcado interés investigativo, particularmente en relación a los mecanismos que cumplen funciones de regulación conductual como lo son las emociones. En este sentido, el presente trabajo busca entender el alcance de la exposición a circunstancias violentas sobre la evaluación de situaciones emocionales. Método: Participaron 80 personas con edades entre los 18 y 30 años de la ciudad de Villavicencio (Colombia). La muestra se organizó en dos grupos empleando el cuestionario My ETV (My Exposure to Violence): (1) aquellos con mayor exposición a situaciones violentas y (2) aquellos con menor exposición. Posteriormente, los participantes evaluaron el nivel de emoción experimentada a través de los conjuntos de imágenes del IAPS (International Affective Picture System) validadas en población colombiana. Resultados: No se evidenciaron diferencias significativas en la valoración emocional entre ambos grupos; se observan variaciones en cuanto a género en términos de la evaluación de la valencia. Conclusiones: Es necesario aunar esfuerzos conceptuales y metodológicos a fin de comprender las variaciones en la respuesta emocional, considerando las particularidades de los contextos en los cuales esta emerge.

PALABRAS CLAVE

Valoración emocional; auto-reporte; exposición a violencia; género.


ABSTRACT

Introduction: Non-pathological effects on humans related to violence naturalization, bring forward a pronounced research interest related specifically to behavioral regulation mechanisms such as emotions. In this sense, the present work seeks to understand the extent of exposure to violent circumstances on the evaluation of emotional situations. Method: Eighty participants with ages between 18 and 30 years old resident in Villavicencio city (Colombia) participated. The sample was organized in two groups using My ETV (My Exposure to Violence) questionnaire: (1) those with greater exposure to violence and (2) those with less exposure. Later, participants evaluated the experienced level of emotion using the IAPS (International Affective Picture System) validated sets of images in Colombian population. Results: There are no significant differences in emotional assessment among groups. However, there are gender differences in terms of valence evaluation. Conclusions: It is necessary to join conceptual and methodological efforts to understand variations in the emotional response considering contexts peculiarities in which those responses emerge. 

KEY WORDS

Emotional assessment; self-report; violence exposure; gender.


 

INTRODUCCIÓN

En la actualidad, la violencia se configura como una de las principales problemáticas a nivel mundial de manera indistinta entre los diferentes grupos sociales. De manera general, la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha definido este fenómeno como:

El uso deliberado de la fuerza física o del poder, ya sea en grado de amenaza o afectivo, contra uno mismo o un grupo o comunidad, que cause o tenga muchas probabilidades de causar lesiones, muerte, daños psicológicos, trastornos del desarrollo o privaciones (OMS, 2002 p. 3).

A esto, cabe añadir que para el año 2000 cerca de 1,6 millones de personas perdieron la vida en el mundo a causa de actos violentos, representando una tasa de casi 28,8 por cada 100.000 personas (Organización Mundial de la Salud – OMS, 2002) En el caso de Colombia, los indicadores muestran que para 2018 las cifras por muertes violentas alcanzaron los 25.807 casos con una tasa de 52,3 por cada 100.000 habitantes, siendo la segunda tasa más baja en el último decenio (Instituto Nacional de Medicina Legal y Ciencias Forenses, 2018); para la ciudad de Villavicencio, estas cifras no son muy distantes de los datos nacionales, siendo la tasa de eventos fatales de 54,15 por cada 100.000 habitantes.

Estas cifras resultan preocupantes pues se presentan como un indicador social negativo en tanto permiten inferir dificultades en procesos sociales fundamentales como la capacidad de solución de conflictos y en general de las dinámicas presentes en cada comunidad. Así mismo, es posible inferir que la presencia constante de situaciones violentas podrían tener un impacto sobre los procesos emocionales que experimenta cada persona, pues supone un cambio en los mecanismos de respuesta debido a los cambios generados en los contextos en los cuales se insertan las personas; es decir, mientras en un contexto “regulado” las respuestas emocionales se presentan en función de patrones ambientales constantes y predecibles, se esperaría que en contextos violentos caracterizados por su variabilidad y poca predictibilidad dichas manifestaciones emocionales se presenten de manera diferente. De aquí emerge el interés por indagar en las respuestas emitidas ante determinados estímulos que pueden generar algún tipo de reacción emocional, particularmente en personas que han sido expuestas en cierto grado a situaciones violentas.

Aproximación teórica a las emociones

El estudio de las emociones en psicología ha presentado un gran número de objeciones y de obstáculos ligados principalmente a la dificultad de verificación objetiva de dicho fenómeno, debido a que se trata de una experiencia subjetiva multidimensional que no es accesible a otras personas. De igual manera, la definición misma de “emoción” supone un intento de integrar diversos aspectos de la naturaleza humana que se contemplan en otras áreas de investigación en psicología básica, lo cual en última instancia ha llevado a enunciar una serie de componentes o dimensiones de este fenómeno más allá de formular una definición única. Varios autores han coincidido en afirmar que, si bien cada emoción varía en sus cualidades intrínsecas, todas ellas comparten los siguientes componentes: (1) cognitivo-subjetivo, (2) fisiológico, (3) funcional y (4) expresivo (Reeve, 1994).

En la actualidad, el modelo bio-informacional propuesto por Peter Lang (1995) ha tenido una gran acogida en la comunidad investigativa y ha orientado buena parte de las investigaciones recientes en este campo. Básicamente, en su trabajo Lang define las emociones como disposiciones y preparación para la acción que reflejan activación fisiológica central (Lang, 1995); dichas disposiciones involucran tres sistemas o niveles de respuesta: (1) uno verbal, (2) otro referente a cambios fisiológicos mediados por los sistemas somático y autónomo y (3) otro comportamental. A su vez, el sistema o nivel verbal de respuesta se estructura en tres dimensiones que son la (1) valencia o agrado-desagrado suscitado por el estímulo, el (2) arousal o grado de activación fisiológica del cual da cuenta el individuo y la (3) dominancia o control percibido sobre la situación emocional.

Lang, Bradley y Cuthbert (1998) proponen la existencia de dos sistemas motivacionales en el cerebro: uno apetitivo y otro defensivo, los cuales a su vez varían en términos de activación (arousal); los patrones somáticos y autónomos específicos de la respuesta emocional son dados por el contexto conductual en el cual emerge la misma, es decir, la respuesta fisiológica variará de acuerdo con las características de la situación. Con el fin de evaluar estas afirmaciones, Lang et al. (1998) han desarrollado en la última década un sistema compuesto por 600 imágenes adecuadamente calibradas conocidas como el IAPS pos sus siglas en inglés (International Affective Picture System o Sistema Internacional de Imágenes Afectivas); este sistema pretende dar cuenta de valores normativos de placer y arousal asociados con cada una de las imágenes presentadas. Como resultado de este trabajo, se evidencia una distribución estadística consistente con las estructuras motivacionales subyacentes; esto es, una distribución gráfica de dos brazos que se extiende desde una base común no-afectiva hacia un cuadrante agradable de alta activación o hacia un cuadrante desagradable de alta activación.

Exposición a situaciones violentas y su impacto en los individuos

En la actualidad, existe una literatura científica robusta que da cuenta del alcance y afectación psicológica que tiene la exposición a situaciones violentas tanto directas como indirectas, particularmente en individuos jóvenes (Bartholow, Sestir y Davis, 2005; Cuevas y Castro, 2009; Guo, Zheng, Wang, Zhu, Li, Wang, Dienes y Yang, 2013; Hewitt, Gantiva, Vera, Cuervo, Hernández, Juárez y Parada, 2014; Mels y Fernández, 2015); puntualmente, estos trabajos señalan una relación directa entre diferentes niveles de exposición a violencia en entornos comunitarios con la aparición y desarrollo de problemas conductuales y emocionales como agresividad, ansiedad y depresión. Igualmente, otro cuerpo de evidencia parece indicar que adicional a estas problemáticas en salud mental, existen implicaciones que pasan inadvertidas pero que resultan igual de importantes en procesos como la cognición social, el razonamiento moral y el procesamiento de la información (Elbedour, Baker y Charlesworth, 1997; Palmer, 2005; Ardila, Killen y Brenick, 2009; Molano, Harker y Cristancho, 2018).

Sin embargo, algunas investigaciones arrojan evidencia contradictoria respecto a esta relación entre desensibilización y exposición a violencia mediática; tal es el caso de Read, Ballard, Emery y Bazzini (2016) que examinaron la desensibilización fisiológica y afectiva que se podía presentar ante la exposición a un videojuego violento. Entre las hipótesis iniciales que manejaron estos autores, se esperaba que los participantes expuestos a esta condición exhibieran una menor reactividad del músculo corrugador superciliar y disminución en la frecuencia cardiaca ante imágenes violentas en comparación con aquellos expuestos a un videojuego no-violento; así mismo, se esperaba una evaluación de las imágenes violentas como menos aversivas en los participantes expuestos al videojuego violento en comparación con el otro grupo.

A pesar de esto, los resultados no demostraron diferencias significativas en la actividad muscular de la región mencionada, en la frecuencia cardiaca, ni en el afecto y activación auto-reportado como reacción a las imágenes violentas. Tampoco se encontraron diferencias significativas en relación con el género en la forma cómo se procesa este tipo de información, lo cual contradice hallazgos previos que sugerían diferencias relacionadas con una mayor activación de determinadas estructuras corticales (Stevens y Hamann, 2012).

Ante estos resultados contradictorios y desconcertantes, la presente investigación pretende aportar mayor evidencia a la literatura científica que sistemáticamente ha indagado en el impacto de las diferentes manifestaciones de violencia en el funcionamiento psicológico y expresiones conductuales. Específicamente, este trabajo busca explorar la posible influencia de exposición a situaciones violentas, bien sea como testigos o víctimas directas, sobre la valoración de situaciones emocionales teniendo en cuenta el modelo bio-informacional de las emociones de Peter Lang (1995).

 

MÉTODO

Participantes

La muestra del presente estudio estaba compuesta por 16 hombres y 64 mujeres entre los 18 y 30 años de edad (media = 23,2; DE = 4,2) residentes en diferentes sectores de la ciudad de Villavicencio (Meta). En cuanto al grado de escolarización, el 77,5% (n = 62) poseen formación en educación superior mientras que el 22,5% restante (n = 18) actualmente se desempeñan en diversas ocupaciones que no especifican formación superior. La elección de los participantes se realizó mediante un muestreo no probabilístico ya que el proceso de selección responde a la disponibilidad de los mismos (Hernández et al. 2014); en este sentido, la técnica no probabilística empleada fue por conveniencia ya que permitió seleccionar aquellos casos que aceptaron ser incluidos (Otzen y Manterola, 2017).   

Diseño

La presente investigación utilizó un diseño transversal correlacional, ya que se realizó en un momento específico en el tiempo y buscó describir la relación entre dos variables, puntualmente, entre el grado de exposición a violencia y la valoración de situaciones emocionales (Hernández, Fernández y Baptista, 2014).

Instrumentos

My Exposure to Violence (My ETV). El cuestionario Mi Exposición a Violencia (o My ETV por sus siglas en inglés) es un auto-reporte que da cuenta del grado de violencia al cuál han sido expuestos los sujetos. En su forma corta (empleada en este estudio) este instrumento consta de 23 ítems, 14 de los cuales dan cuenta de exposición del sujeto como testigo y 9 de exposición como víctima. En relación a sus propiedades psicométricas, trabajos previos indican una confiabilidad test – retest que oscila entre 0,75 y 0,94, así como un alfa de Cronbach de 0,68 a 0,93 (Posada y Wainryb, 2008; Posada, 2012). Ahora bien, el índice de bondad de ajuste de este instrumento fue determinado por Selner-O’Hagan, Kindlon, Buka, Raudenbush y Earls (1998) a través de un “estadístico estandarizado de ajuste” en un modelo Rasch de respuesta al ítem que comparó información de una muestra en dos momentos diferentes en el tiempo. Dicho estadístico consiste en la “media de los residuos estandarizados al cuadrado (observado – esperado) de las personas a través de los ítems o de los ítems a través de las personas.” (Selner-O’Hagan et al., 1998 p. 218).  Así, se espera que los valores de las medias sea 0 (DE = 1) mientras que aquellos superiores a 2,0 son indicadores de un ajuste bajo. La Tabla 1 presenta los resultados obtenidos por Selner-O’Hagan et al. (1998) en relación al ajuste entre ítems y entre personas en las comparaciones hechas en los dos momentos en el tiempo. La evidencia soporta una adecuada bondad de ajuste para los ítems que componen el cuestionario de Mi Exposición a Violencia.

 

 

 

International Affective Picture System (IAPS). El Sistema Internacional de Imágenes Afectivas (o IAPS por sus siglas en inglés), es un conjunto de imágenes desarrollado por Peter Lang compuesto por aproximadamente 400 imágenes (IAPS; Center for the Study of Emotion and Attention, 1994 en Lang, 1995). Para el presente estudio, se emplearon los conjuntos 13, 14, 19 y 20 del IAPS, los cuales fueron validados para población colombiana por Gantiva et al. (2011). Estos conjuntos están compuestos por un total de 238 imágenes, de las cuales los conjuntos 13 y 14 están compuestos por 60 imágenes cada uno mientras que los conjuntos 19 y 20 por 59. Esta validación se obtuvo a partir de correlaciones lineales hechas entre los valores obtenidos en población colombiana y estadounidense, los cuales oscilaron entre 0,793 y 0,970 (Tabla 2).   

 

 

Self-Assessment Manikin (SAM). El Maniquí de Autoevaluación (o SAM por sus siglas en inglés) es un instrumento desarrollado por Lang (1980) (en Lang, 1995) compuesto por tres escalas pictográficas, cada una de ellas con cinco figuras de apariencia humana a lo largo de un continuo que representan las tres dimensiones del nivel verbal de la emoción: valencia (agradable/desagradable), arousal (activo/relajado) y dominancia (dominante/dominado). La calificación de cada una de estas escalas se realiza señalando con una “X” alguno de los puntos representados en cada continuo en relación con la experiencia emocional personal de cada uno de los participantes.

Procedimiento

La recolección de información se realizó en el transcurso de 10 semanas (2 sesiones por semana), en las cuales la cantidad de participantes por sesión variaba de 4 a 15 teniendo en cuenta la disponibilidad de los mismos. Una vez iniciaba cada sesión, se realizaba la explicación correspondiente de la actividad a realizar al tiempo que se les solicitaba a los participantes diligenciar el consentimiento informado. En este documento, se explicaba el objetivo de la investigación al tiempo que se les garantizada a los participantes el manejo confidencial de la información suministrada.

Posteriormente, se realizó la aplicación del cuestionario My ETV con el fin de caracterizar la muestra en términos de exposición a violencia para así posteriormente poder dividir los grupos de comparación. Es importante señalar que el criterio empleado para delimitar estos grupos fue el promedio general obtenido en las respuestas afirmativas de exposición a violencia como testigo y como víctima directa; es decir, aquellos participantes con un puntaje de respuestas afirmativas superior al promedio conformarían el grupo de mayor exposición a violencia mientras que aquellos con un puntaje debajo de la media harán parte del grupo de menor exposición a violencia.

Finalizada la aplicación de My ETV, se procedía a presentar los conjuntos 13, 14, 19 y 20 del IAPS siguiendo el protocolo desarrollado por Gantiva et al. (2011). La duración aproximada de cada sesión fue de 2 a 3 horas. Ya tabuladas las valoraciones hechas de las dimensiones del nivel verbal de la emoción por cada conjunto, se realizó el procesamiento de los datos mediante el programa de análisis estadístico SPSS (v. 17) para Windows.

Análisis de datos

En este punto, resulta pertinente mencionar el proceso con el cual se procederá a analizar la información obtenida; esto con el fin de tener claridad en relación a las conclusiones que puedan devenir:

  1. Estadísticos descriptivos: en primer lugar, se realizó un análisis descriptivo el cual permitirá la conformación de los grupos comparativos referidos en el apartado procedimental (mayor exposición a violencia/menor exposición a violencia).
  2. Análisis de normalidad: a través de la aplicación de la prueba Kolmogorov – Smirnov se estableció si los datos recolectados a través del IAPS y el SAM procedían a distribuirse de manera normal, al tiempo que se determinó si los datos cumplían con el principio de homogeneidad de las varianzas u homocedasticidad. Lo anterior con el fin de establecer si los datos podían ser analizados empleando una prueba paramétrica o por el contrario utilizar un estadístico no paramétrico.
  3. T de Student: una vez confirmada la distribución normal de los datos, se procedió a implementar el estadístico T de Student para muestras independientes a fin de establecer si existen diferencias significativas en las medias de los grupos comparativos conformados.
  4. D de Cohen: finalmente, a través de la d de Cohen se estimó la magnitud del efecto que tienen las comparaciones entre las medias para así establecer el grado de generalización de los resultados obtenidos. 

 

RESULTADOS

Nivel de exposición a violencia

En relación al nivel general de exposición a violencia, se computaron las respuestas afirmativas referentes a haber presenciado una situación violenta y haber sido víctima de algún tipo de acción lastimadora. Los datos obtenidos demuestran que el promedio total de exposición a violencia se ubicó en 10,4 (DE = 3,7); entretanto, este valor para el caso de los hombres fue de 12,3 (DE = 4,5), mientras que las mujeres puntuaron un promedio de 9,7 (DE = 3,2).

Como se puede observar, a pesar de que la cantidad de participantes pertenecientes al género masculino era mucho menor en relación con el género opuesto, el promedio de respuestas afirmativas referentes a haber presenciado o haber sido víctima de situaciones violentas fue mayor en comparación con las mujeres. Teniendo en cuenta el promedio total de exposición a violencia y las apreciaciones procedimentales previas, se procedió a conformar los grupos de comparación con mayor exposición (n = 48) y con menor exposición (n = 32). A su vez, del grupo con mayor exposición a violencia 36 participantes eran mujeres (75%) mientras que 12 eran hombres (25%); por su parte, el grupo de menor exposición a violencia estaba conformado por 28 mujeres (87,5%) y 4 hombres (12,5%).

Prueba de normalidad de los datos

La Tabla 3 presenta los resultados obtenidos en la ejecución de la prueba de normalidad de los datos recolectados, teniendo como variables de agrupación la exposición a violencia y el género. Para esta oportunidad se consideraron los resultados de la prueba Kolmogorov – Smirnov, teniendo en cuenta que el tamaño muestral era superior a 50 participantes (Romero, 2016). Adicionalmente, se consideraron los resultados de la prueba de Levene, con el fin de determinar si los grupos conformados cumplen con el principio de homocedasticidad de la muestra (Rubio y Berlanga, 2011).

 

 

Como se evidencia en la Tabla 3, los datos recolectados cumplen con el criterio de distribución normal (p>0,05) de acuerdo con la prueba de Kolmogorv – Smirnov; por su parte, en la ejecución de la prueba de Levene se observa que la varianza de la dominancia se comporta de manera desigual frente a la condición de exposición a violencia. A pesar de esto, es posible realizar una prueba t de Student de comparación de muestras independientes, teniendo en cuenta su robustez ante la violación del principio de homocedasticidad (Montilla y Kromrey, 2010); lo anterior con el fin de establecer las diferencias entre los grupos mencionados configurados por exposición a violencia y género.  

Nivel verbal de la emoción

La Tabla 4 presenta los resultados obtenidos al comparar las tres dimensiones que componen el nivel verbal de la respuesta emocional en los grupos con mayor y menor exposición a situaciones violentas.

 

 

Lo anterior, permite inferir que no existen diferencias significativas en la valencia, arousal y dominancia entre aquellas personas con mayor exposición a situaciones violentas y quienes han tenido una menor exposición a este tipo de situaciones. Sin embargo, es importante considerar el tamaño del efecto para estas dimensiones en función de los grupos comparados, las cuales, como se puede observar, son inferiores a 0,5; esto significa que el tamaño de la muestra no es suficiente para poder establecer una conclusión definitiva en relación a las diferencias entre estas dimensiones en función del mayor o menor grado de exposición a situaciones violentas. La Tabla 5 presenta los valores obtenidos en las dimensiones de valencia, arousal y dominancia para las 238 imágenes del IAPS presentadas a los participantes.

 

 

Se encuentra entonces una diferencia significativa en la dimensión de valencia entre hombres y mujeres (p < 0,05). Estos resultados son soportados por el valor del tamaño del efecto (0,61), el cual indica que dicha diferencia tiene un efecto moderado en función del tamaño de la muestra analizada. Por otra parte, las Tabla 6 y 7 permiten evidenciar los niveles de significación respecto a las diferencias entre hombres y mujeres con mayor y menor exposición a situaciones violentas respectivamente.

 

 

 

Como se observa en la Tabla 6, existen diferencias significativas en la dimensión valencia entre hombres y mujeres con mayor exposición a situaciones violentas; esto es corroborado por la prueba estadística de Cohen (d = 0,67), lo cual indica un efecto moderado en el nivel de significancia estadística. Estos resultados podrían estar ligados con aquellos mencionados en la Tabla 2 y que podrían vislumbrar las diferencias de género en el procesamiento de la información emocional.

 

DISCUSIÓN

Las emociones son uno de los procesos psicológicos que más interés generan en la investigación en psicología teniendo en cuenta su importancia en el proceso adaptativo del ser humano. En la actualidad, el gran avance relacionado con las diferentes técnicas en neuroimagen junto con el desarrollo de cuestionarios e instrumentos psicométricos cada vez más precisos que dan cuenta de la experiencia subjetiva del proceso emocional, han permitido desarrollar un amplio número de estudios que pretenden abordar las diferentes dimensiones y elementos que componen esta experiencia. Lo anterior resulta de particular interés en el caso de la presente investigación la cual se enfocó en trabajar con sujetos inmersos en contextos cuyo orden público y social dificultan un adecuado proceso de ajuste y adaptación de los individuos, como los contextos caracterizados por una constante exposición a violencia.

Teniendo en cuenta esto, los resultados demuestran que si bien no existe una diferencia significativa en la valoración emocional que realizan aquellas personas expuestas en mayor grado a situaciones violentas en comparación con aquellas con menor exposición, existen diferencias significativas asociadas con el género tanto a nivel general como en aquel grupo expuesto a un mayor número de situaciones violentas; específicamente estas diferencias parecen estar asociadas con una dimensión específica del sistema verbal de respuesta emocional denominado valencia, el cual refiere al agrado o desagrado generado por un estímulo. Los hallazgos parecen indicar que las mujeres expuestas a situaciones violentas parecen presentar una mayor sensibilidad que les permite valorar de manera mucho más positiva (agradable) los estímulos presentados.

Considerando lo anterior, la información sistematizada concuerda con lo afirmado en estudios previos (Kennedy y Ceballo, 2016) según los cuales se evidencia una mayor desensibilización emocional en los hombres que en las mujeres, la cual se manifiesta en una menor respuesta de agrado a determinados estímulos. Específicamente, se ha encontrado que las mujeres parecen experimentar de manera más intensa situaciones emocionales tanto positivas como negativas (Poláčková y Lačev, 2017), siendo mucho más sensibles ante las emociones positivas mientras que los hombres demuestran una mayor activación ante emociones negativas (Chaplin, 2015; Reyes y Barrios, 2016).

Adicionalmente, trabajos previos coinciden en afirmar que las mujeres presentan un mejor desempeño en términos de reconocimiento de expresiones faciales asociadas a distintas emociones (Biele y Grabowska, 2006; Pinto, Barros, Filgueiras, Pereira y Stingel, 2013; López, Agulla, Zaballeta, Vivas y López, 2017; Proverbio, 2017). Cabe señalar que, en términos culturales, los hombres que demuestran algún tipo de emoción negativa (tristeza, miedo, etc.), tienden a ser evaluados de manera más negativa que las mujeres; mientras tanto la agresividad es vista como socialmente más aceptable en los hombres que en las mujeres (Kret y De Gelder, 2012 p. 1213).

Desde una perspectiva neuroanatómica, se ha demostrado una mayor activación del mesencéfalo dorsal en mujeres en comparación con los hombres durante el procesamiento de información emocional (Filkowski, Olsen, Duda, Wanger y Sabatinelli, 2017). Igualmente, es posible evidenciar un dimorfismo sexual en términos de una mayor actividad por parte de la amígdala izquierda y el hipocampo izquierdo en las mujeres asociado a emociones negativas en comparación con los hombres (Stevens y Hamann, 2012; Kret y De Gelder, 2012), al igual que una mayor participación del cíngulo anterior y la corteza prefrontal media ante estímulos negativos, las cuales tradicionalmente han estado asociadas con procesos cognitivos como la representación de estados mentales y la tendencia a enfocarse en eventos y sentimientos negativos (Denson, Pedersen, Ronquillo, y Nandy, 2009; Ray et al., 2005 en Stevens y Hamann, 2012).

Por otra parte, si bien los resultados de la presente investigación aportan evidencia confirmatoria a nivel declarativo de hallazgos previos hechos a nivel neuroanatómico, vale considerar una serie de limitaciones asociadas con el grado de exposición a violencia (necesario participantes con mayor exposición a situaciones violentas) y la distribución por género tanto de la muestra como de los grupos; a esto, se aúna el tamaño del efecto moderado presente en las correlaciones significativas, lo cual limita el grado de generalización de los resultados. De igual manera, resulta relevante mencionar las limitaciones del uso de instrumentos como los auto-reportes en el estudio de este proceso psicológico; entre estas se encuentra el solapamiento conceptual entre los componentes de la expresión emocional, así como una escaza información relacionada con la validez predictiva y la ausencia de evidencia con población clínica (Becerra, 2011).

Finalmente, cabe la pena señalar que evidencia reciente indica que las diferencias entre hombres y mujeres pueden llegar a ser sutiles y moderadas, presentándose incluso valoraciones emocionales similares (Deng, Chang, Yang, Huo y Zhou, 2016; Fischer, Kret y Broekens, 2018). En este orden de ideas, este campo de la psicología abre la puerta a una serie de estudios que permitan un abordaje más integral del proceso emocional en función de las variaciones contextuales que se puedan originar y que permiten entender los diferentes ajustes conductuales y afectivos a los cuales se someten los sujetos en este tipo de situaciones.

 

FINANCIAMIENTO

La presente investigación contó con financiación operativa por parte de la Corporación Universitaria Minuto de Dios – UNIMINUTO, Vicerrectoría Regional Orinoquía.

 

CONFLICTO DE INTERÉS

El autor expresa que no existe conflicto de interés en la redacción del presente manuscrito.

 

AGRADECIMIENTOS

El presente estudio contó con el apoyo de la Corporación Universitaria Minuto de Dios – UNIMINUTO.

 

REFERENCIAS

Ardila, A., Killen, M., & Brenick, A. (2009). Moral reasoning in violent contexts: displaced and non-displaced Colombian children’s evaluations of moral transgressions, retaliation and reconciliation. Social Development, 18 (1), 181 – 209.

Bartholow, B. D., Sestir, M. A., & Davis, E. B. (2005). Correlates and consequences of exposure to video game violence: hostile personality, empathy and aggressive behavior. Personality and social psychology bulletin, 31 (11), 1573-1586.

Becerra, J. A. (2011). Descripción y limitaciones de los instrumentos de evaluación de la emoción expresada. Papeles del Psicólogo, 32 (2), 152 – 158.

Biele, C., & Grabowska, A. (2006). Sex differences in perception of emotion intensity in dynamic and static facial expressions. Experimental Brain Research, 171 (1), 1 – 6.

Chaplin, T. (2015). Gender and emotion expression: a developmental contextual perspective. Emotion Review, 7 (1), 14 – 21.

Cuevas, M. C., & Castro, L. (2009). Efectos emocionales y conductuales de la exposición a violencia en niños y adolescentes en Colombia. Psicología Conductual, 17 (2), 277 – 297.

Deng, Y., Chang L., Yang, M., Huo, M., & Zhou, R. (2016). Gender Differences in Emotional Response: Inconsistency between Experience and Expressivity. PLoS ONE, 11 (6), e0158666.

Elbedour, S., Baker, A., & Charlesworth, W. (1997). The impact of political violence. Child Abuse & Neglect, 21 (11), 1053 – 1066.

Filkowski, M., Olsen, R., Duda, B., Wanger, T., & Sabatinelli, D. (2017). Sex differences in emotional perception: meta analysis of divergent activation. NeuroImage, 147, 925 – 933.

Fischer, A. H., Kret, M. E., & Broekens, J. (2018) Gender differences in emotion perception and self-reported emotional intelligence: A test of the emotion sensitivity hypothesis. PLoS ONE, 13 (1), e0190712.

Gantiva, C. A., Guerra, P., & Castellar, J. V. (2011). Validación colombiana del Sistema Internacional de Imágenes Afectivas: evidencias del origen transcultural de la emoción. Acta colombiana de psicología, 14 (2), 103-111.

Guo, X., Zheng, L., Hongyi, W., Zhu, L., Jianqi, L., Qianfeng, W., Dienes, Z., & Zhiliang, Y. (2013). Exposure to violence reduces empathetic responses to other’s pain. Brain and cognition, 82, 187-191.

Hernández, R., Fernández, C., & Baptista, P. (2014). Metodología de la Investigación. Sexta Edición. Mc Graw – Hill: México D. F.

Hewitt, N., Gantiva, C. A., Vera, A., Cuervo, M. P., Hernández, N. L., Juárez, F., & Parada, A. J. (2014). Afectaciones psicológicas de niños y adolescentes expuestos al conflicto armado en una zona rural de Colombia. Acta Colombiana de Psicología, 17 (1), 79 – 89.

Instituto Nacional de Medicina Legal y Ciencias Forenses (2018). Forensis 2018. Datos para la vida. Bogotá D.C. Disponible en: http://www.medicinalegal.gov.co/documents/20143/386932/Forensis+2018.pdf/be4816a4-3da3-1ff0-2779-e7b5e3962d60

Kennedy, T., Ceballo, R. (2016). Emotionally numb: desensitization to community violence exposure among urban youth. Developmental Psychology, 52 (5), 778 – 789.

Kret, M. E., & De Gelder, B. (2012). A review on sex differences in processing emotional signals. Neuropsychologia, 50, 1211 – 1221.

Lang, P. (1995). The emotion probe. Studies of motivation and attention. American Psychologist, 50 (5), 372 – 385.

Lang, P., Bradley, M., & Cuthbert, B. (1998). Emotion, motivation, and anxiety: brain mechanisms and psychophysiology. Biological Psychiatry, 44, 1248 – 1263.

López, H., Agulla, L., Zaballeta, V., Vivas, L., & López, M. (2017). Rostros, gestos y emociones: procesamiento diferencial de las expresiones faciales emocionales en población infanto-juvenil según el sexo. Revista Argentina de Ciencias del Comportamiento, 9 (3), 31 – 43.

Mels, C., & Fernández, L. (2015). Violencia comunitaria en adolescentes desfavorecidos: exposición, impacto percibido y consecuencias psicológicas. Revista de Psicología, 24 (1), 1 – 21.

Molano, A., Harker, A., & Cristancho, J. C. (2018). Effects of indirect exposure to homicide events on children’s mental health: evidence form urban settings in Colombia. Journal of Youth and Adolescence, 47, 2060 – 2072.

Montilla, J. M., & Kromrey, J. (2010). Robustez de las pruebas T en comparación de medias, ante violación de supuestos de normalidad y homocedasticidad. Revista Ciencia e Ingeniería, 31 (2), 101 – 108.

Organización Mundial de la Salud (2002) Informe Mundial sobre la violencia y la salud: resumen. Organización Mundial de la Salud. Washington D.C. Disponible en http://www.who.int/violence_injury_prevention/violence/world_report/es/summary_es.pdf.

Otzen, T., & Manterola, C. (2017). Técnicas de muestreo sobre una población a estudio. International Journal of Morphology, 35 (1), 227 – 232.

Palmer, E. (2005). The relationship between moral reasoning and aggression, and the implications for practice. Psychology, Crime & Law, 11 (4), 353 – 361.

Pinto, B. M., Barros, N., Filgueiras, A., Pereira, M. F., & Stingel, A. M. (2013). Diferenças de gênero entre universitários no reconhecimento de expressões faciais emocionais. Avances en Psicología Latinoamericana, 31 (1), 200 – 222.

Poláčková, I., & Lačev, A. (2017). Differences in male and female subjective experience and physiological reactions to emotional stimuli. International Journal of Psychophysiology, 117, 75 – 82.

Posada, R., & Wainryb, C. (2008). Moral Develompent in a Violent Society: Colombian Children’s Judgments in the Context of Survival and Revenge. Child Development, 79 (4), 882 – 898.

Posada, R. (2012). Experiences of Violence and Moral Reasoning in a Context of Vengeance. Revista Colombiana de Psicología, 21 (2), 197 – 212.

Proverbio, A. M. (2017). Sex differences in social cognition: the case of face processing. Journal of Neuroscience Research, 95 (1-2), 222 – 234.

Read, G. L., Ballard, M., Emery, L. J., & Bazzini, D. G. (2016). Examining desensitization using facial electromyography: violent videogames, gender, and affective responding. Computers in Human Behavior, 62, 201 – 211.

Reyes, A., & Barrios, F. (2016). A preliminary study of sex differences in emotional experience. Psychological Reports, 118 (2), 337 – 352.

Reeve, J. (1994). Motivación y Emoción. Ed. McGraw Hill. España.

Romero, M. (2016). Pruebas de bondad de ajuste a una distribución normal. Revista de Enfermería del Trabajo, 6 (3), 105 – 114.

Rubio, M. J., & Berlanga, V. (2011). Cómo aplicar las pruebas paramétricas bivariadas t de Student y ANOVA en SPSS. Caso práctico. REIRE, Revista d’Innovació i Recerca en Educació, 5 (2), 83 – 100.

Selner-O’Hagan, M. B., Kindlon, D. J., Buka, S., Raudenbush, S. W., & Earls, F. J. (1998). Assessing Exposure to Violence in Urban Youth. Journal of Child Psychology and Psychiatry, 39 (2), 215 – 224.

Stevens, J., Hamann, S. (2012). Sex differences in brain activation to emotional stimuli: a meta-analysis of neuroimaging studies. Neuropsychologia, 50, 1578 – 1593.